miércoles, 28 de agosto de 2013

Querido Mundo:
Te escribo esta carta para dejarte clara una cosa. He vuelto, me uno de nuevo a la partida de ese juego al que llamas vida. Pero, esta vez, soy fuerte; más fuerte de lo que puedes imaginar.
Escribiendo esto casi me puedo imaginar tu reacción cuando lo leas: esa sonrisa fría y calculadora, la mirada voraz y ese pensamiento cruzando tu mente: “Mi juguete ha vuelto”.
Y eso es lo que te voy a dejar claro, que ya no soy un juguete. No soy el peón de tu partida de ajedrez, ese que solía ser. Ese que sacrificabas una y otra vez, partida tras partida. Ahora soy la adversaria, la que mueve las piezas.
Y sé que todos esos sacrificios y caídas han valido la pena, solo ahora puedo verlo. He aprendido de ti, de tu avidez, de tu falta de corazón. ¿He perdido el mío? Ni aunque quisiese. ¿Lo he invadido con ese odio que te rodea? En absoluto. Porque hay una cosa que me lo impide, una cosa que me  envuelve, una cosa que me hace más fuerte, una razón de ser. Y esa cosa son todas las personas a las que quiero y que me quieren. Tal vez antes pudieses conmigo o, incluso ahora, a pesar de que soy más fuerte. Pero no podrás con todos nosotros, no podrás ganarle una partida de la vida a todos esos que se esfuerzan realmente en llegar a su sueño. Somos mejores que tú.
Quiero que te alejes de mí de mi vida, esa que consideras un juego.
Antes no eras así, antes no había problemas. Cuando era una niña, jugabas conmigo, por diversión, no por el placer de verme perder. Jugábamos a ese juego en el que no había ganadores ni perdedores. ¿Qué ha cambiado? ¿Qué he hecho?
Antes... Antes. Antes yo no lo controlaba, porque no había nada que controlar. Y ahora... no tiene por qué haberlo. De nuevo, puedo adivinar tus gestos: Ojos abiertos como platos, con mirada estupefacta, la boca torcida en una mueca. Y, en tu cabeza, un nuevo pensamiento, “He perdido”. ¿Me equivoco?
No, no lo hago. Ese eres tú ahora, el vencido. Pero tú si estás equivocado, porque ya no queda un juego en el que perder. Mi único movimiento en esta partida de ajedrez es tirar el tablero de la mesa. No tengo que enfrentarme a ti.
De hecho, empiezo a dudar que haya tenido que hacerlo alguna vez. Porque tú no me controlas, yo te controlo a ti. Si no me preocupo por ti, mi querido mundo... ¿Qué harás? ¿Dónde quedarás? Si no me centro en tus efectos, como de pequeña, no producirás más.
Te has quedado hablando solo, jugando contigo mismo.
Espero que algún día, después de tu largo futuro de reflexión en soledad, te acuerdes de mí. No como esa persona que te destrozó, sino como esa niña con la que pasaste buenos ratos, como una amiga.
Pero, mientras no aprendas a respetar a todos los que se interponen en tu camino, seremos simples conocidos. Porque ni siquiera tú, mundo eres perfecto.
Y porque ahora todos lo saben, que están por encima de ti. Que la solución a todos los problemas que les ocasionas está en sus manos. Que nada puede detenerles.

Cordialmente: Mi nuevo yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario